"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

miércoles, 30 de octubre de 2013

El interrogatorio



Tenía ante sí a un ser humano común y corriente, que en un momento indeterminado cometió un error. El interrogatorio comenzó con tanta naturalidad que todas las preguntas del entrevistador y las respuestas del individuo interpelado, fueron aceptadas y relatadas con gran franqueza y espontaneidad que resultaba sencillo entrar en el mundo incierto del personaje cuestionado. Desde la expectativa de converger al único punto de la verdad, el policía acentuaba mínimamente la cabeza hacia delante mientras sus manos se movían de forma delicada apoyando la palabras coherentes, con el único propósito de debilitar el desarrollo de las circunstancias negando lo contrario de lo que afirmaba el entrevistado. Aún partiendo de la teoría elaborada del caso, el entrevistador se mostraba humilde, paciente y a la vez, repentista y versátil. En ese devenir transcurrieron preguntas enfáticas, calculadas y abiertas quedando prohibidas las cuestiones capciosas, ambiguas y especulativas. Y en aquel acercamiento de tiro rápido, el interrogador fue encaminando su propio versión para confundir y colocar a la defensiva al interrogado convenciéndolo de que es inútil que retenga  información. Sin embargo “Una cosa nos llevó a la otra. Creo que empezamos a comparar su situación con la del Lazarillo de Tormes y, cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos hablando del Siglo de Oro y de la presencia de elementos posmodernos en El Quijote”.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Exceso silencioso


Aunque soñar no cuesta nada, ya suelo pasar a buen ritmo delante de la puerta cerrada de tus expansiones ociosas evitando escuchar el roce de tu cuchillo contra los cristales. Antes me distraía con el relieve de los realces dorados que destacaban en el antiguo cancel que separaba tu valioso santuario, que utilizabas como refugio atómico, mientras prestaba atención a las cadenas oxidadas del viejo columpio. Allí, donde te hervía la sangre cuando subía la presión de tus moléculas y los sueños se evaporaban en tu cerebro, reprimiendo la llegada de oxígeno hasta perder el escrúpulo en el momento que te despertaba la alarma. Por un módico precio, la creciente insensibilidad de tus sueños de acupuntor se consumían en mi espalda como la moxibustión de la artemisa mientras me aliviaba con una dosis insignificante. Ahora, en tiempo real, no pienso en ti cuando escucho micrófonos acoplándose porque su sensibilidad hace que perciba ronquidos y tiberios procedentes de tu dirección. Y como si de un estallido se tratara, dejé de confundir el rumor de la muchedumbre que emitían tus sonidos desagradables "y ya no te confundo conmigo, y ya no me confundo contigo".

miércoles, 16 de octubre de 2013

Corte de energía



Desde hace tiempo, la falta de contenido es el riguroso prefijo que antecede los frecuentes cortes de luz que aparecen como una salida apresurada de palabras ambiguas con que adorno la carencia de servicio al saltar el diferencial. Las interrupciones suelen ocurrir por la noche, entonces camino lentamente para evitar el tropiezo de contenidos con los que perdería el equilibrio. Reviso con una vela en qué estado se encuentran los demás aparatos eléctricos de la casa en el momento del corte para aceptar sacar a la luz el lento lirismo que copio de la claridad que llega desde la ventana. Bajo la ceguera que por momentos me divierte y, en otras ocasiones, me arrastra haciéndome sentir peor, pierdo la posibilidad de enlazarme a otras luces con las que reaccionar en el laberinto iluminado de la aguja de marear para terminar abriendo el cerrojo de las incómodas oscilaciones bruscas de potencia. Después del apagón procuro despertar, perdiendo el miedo a crear una nueva holgura hasta que la distribución de las palabras eléctricas no alcanza.

jueves, 10 de octubre de 2013

Bolsa de valores

 Joan Colom
Cuida con mucho esmero el viejo rosal puesto que continúa brotando capullos que reprimen la auténtica virtud o el principio de lo que significa esta flor artificial, modificada y seleccionada para embellecer algo con adornos superficiales. Pero él recopila la importancia de su florescencia para confiar en la flor de todas las cosas que le renta una gran recompensa. Llegó a imaginar que el precio de la rosa roja era el doble de la aleación de aceros inoxidables, resistentes a condiciones meteorológicas adversas. El valor que otorgó a la rosa blanca prolifera durante todos sus inviernos al mostrar un cero absoluto capaz de solidificar el vapor que su cuerpo exhala hasta hacer desaparecer el sudor que rezuma de su interior. Y mientras, soba las flores como los botones de un ojal para abrochar lo voluptuoso y carnal de la rentabilidad que el remoto cobro de dividendos le reporta, buscando la seguridad de todo lo que él ha creado con la facilidad de obtener liquidez de su negocio. Retrasa la idea de que lo evidente salga a la luz.


¡No le toques ya más,
que así es la rosa!

Juan Ramón Jiménez

sábado, 5 de octubre de 2013

Hojas húmedas



Los días cada vez se van antes y en esta huida, sin pasar por el aro de voluntades impasibles, se presume una mujer de embero, semipesada, resistente y, medianamente nerviosa y blanda. Ahora que los parques están desposeídos de los pequeños jardines de infancia, el paso sinuoso de ojos cerrados marca el ritmo de sus piernas asimétricas mientras se siente rodeada de hojas escritas y secas en este otoño. Rematada por la acuciante puesta de sol, ya que éste nunca se oculta por el mismo lugar, bate palmas al descender por palabras garabateadas, compromisos contratados y álabes giratorios que impulsan el salto para evitar el barro que se adhiere a las zapatillas, cuando los nubarrones encharcan sin remedio, las esquinas de chapa y cemento que lee diariamente. Después de amontonar todas las carillas olvidadas en un recodo del parque, quema los papeles no publicados bajo una triza de piel húmeda con el relente de las noches calmadas hasta llegar a consumirse por completo. Y el humo de las palabras sube por sus corvas trepando por el basamento alcanzando la vista de la hermosa cúpula central de los verbos roncos y taponados.